Pero mano, el cielo lo tengo ahí en tres filas de polvo celeste para alabar a mi Creador, socio, yo soy mi propio sacerdote, me confieso, comulgo, y ¡me mando al cielo! Porque en verdad os digo: la puerta estrecha, la ancha y el pase hermanos, el pase, la puerta rápida (risas y muecas).
Pana, ¿y no te dá calor esa ropa así de larga tapándote la cabeza? Aunque tu pareces que tienes este bote medío porque tú ni haces fuerza para moverlo. No me hagas caso que antes de montarme aquí vi a una cosa que se me paró de frente y me empezó a gritar muchas cosas que no entendí, pero ¡que voy a entender si me acababa de meter lo último que venden ahora! Lo nuevo, le dicen la estigia y es para hombres de verdá', pa' matar caballos. Lo único que me dio tiempo a decirle fue ¿qué carajo quieres? Porque chico, a mí todo el mundo me conoce en el barrio y saben como yo soy y como yo brego y conocen al viejo, por eso yo me meto en cualquier sitio y nadie me dice nada porque saben que estoy ennotao y viene el diablo este a hacerme eso, pero yo creo que son cosas mias del material ese nuevo porque me cogió aquella cosa y me enrrolló siete veces con un rabo bien largo que tenía y lo jaló de cantazo y yo empecé a bailar como un trompo y se me fue el mundo y cuando caí me di en el casco con una piedra grande y gris que decía Estigia en letras grandes y rojas pero con el dolor que yo tenía vine hasta esta yolita creyendo que tú tenías algo y en eso tu arrancaste y no me diste tiempo ni de sentarme socio, por poco me caigo en esta agua roja, sucia y apestosa. ¡Mira, parece una gran miasma...! ¡Oh...! (Y el agua reflejó su desdicha como una imagen de ondulante vida.)
- ¡Flegias!
Truenos y ecos se unían en ese llamado cavernoso y obscuro. Nos volvimos hacia un puente secular de piedra, y entre los vapores de recuerdos alegres, tristes y licenciosos vi destacada en relieve la visión turbadora de un cuerpo humano con cabeza de toro, ojos de fuego y aliento de azufre. Agarróme por los cabellos y con tanta fuerza lanzó mi cuerpo al vacío, que caí atontado y no me moví más. Y germiné, eché raíces y estas ramas, que rotas te hablan para que escribas en tu Comedia que sólo hay dos caminos al cielo: Cristo y un pase de perico. . .
(Notas halladas en el diario de Dante.)
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