lunes, diciembre 26, 2005
Aretalogía
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Aretalogía
Entiendo que tu soledad
ha compartido conmigo.
Amigos de lo nuestro
nos tornamos con los años.
Enemigos del absurdo
coqueteo con la suerte,
abtemios al dolor fracasado.
A dieta de espectros
que vandalizan ventanas
en el anonimato de las 3 a.m.
Con la respuesta siempre
colgando de cualquier
pregunta del azaroso azar.
A prueba de naufragios,
sucumbimos así,
en plena orilla.
Recitando a coro:
“Hasta que la muerte,
nos sepa a Ares.”
jueves, diciembre 22, 2005
De porqué no me dió la gana y otras menudeces
Esta cosa de ser padre me ha traido otra colección de dudas. Toda una gama de quizáses danzan alrededor de mi Sombra con todos esos talveces de mi pasado. Supongo que la austeridad de este pronuncia miento debe se debe al ritmo inconcluso en que vivo. Vivimos (¡es tan facil perderse entre plurales!).
Hoy el futuro pinta mejor que otras veces. No lo digo por esos colores tibios del espectro underground. Lo digo quizás, no, seguramente porque hoy, más que otras veces, el futuro se perfila con algo de dirección, eso no lo veía desde hace bastante tiempo.
Nació mi niña hace diez días. Ojalá fuera así de sencillo.
domingo, diciembre 11, 2005
De(s)figuraciones
Si creyera en los ángeles
te pediría un beso;
un desahogo voraz que
intestine el deseo;
una caricia escrita
al borde de tu sombra;
un recelo maniqueo
entre mis huesos;
una siniestra verdad
inconclusa; tal vez
un destello sonoro
inconsciente.
Si creyera en ángeles…
No hubiera pedido
esta cerveza enmascarada
de ilusiones; esta
sospecha que me
mantiene atrincherado;
esta nostalgia de nosotros;
esta brevedad inconclusa;
esta orgía de quizáses;
este embeleco de inventarnos;
este rastrillo embotellado
entre distancias recíprocas.
Si te creyera, ángel…
Habría un poema menos
con qué conjurar
los instantes en que
nunca hemos (s)ido.
19 I 05
San Juan
miércoles, diciembre 07, 2005
Carta a un ser de arena
Por lo menos eso quisiera decirte. Sí, lo confieso, mi Olvido es más testarudo de lo que quisiera admitir. Hace tiempo me ronda la idea de hablarte, seguro que no como en otros tiempos, pero siempre he estado convencido de no tener tiempo para un tiempo que acabó.
Lo único que llena esta Nada que nos separa es un hola inconcluso. ¡Cómo nos hubiéramos reído de saberlo! Pero no lo neguemos, entonces el eco de la sospecha gateaba (ahora lo reconozco) entre nuestras sombras. No me mires así, por lo menos he pasado toda esta ausencia escribiendo fragmentos de poemas que ahora deambulan silentes en espera de algún conjuro asmático.
...Dime, ¿qué desnudez
llena el retortijo
que siempre me lleva
descalzo a tu espalda...?
Sólo quería decirte hola. Así nada más. Quizás un leve trepidar de labios. Tal vez una fractura imperceptible del ojo. De seguro un gesto inacabado de espera. Pero ya ves, me temo que hoy continuaré este vicio amanuense que seca mis venas a pesar de cúan testarudo pueda llegar a ser mi Olvido.
martes, diciembre 06, 2005
Thank God is Friday's
En tierra amor mío
entre los peces aferrados
a tu escaparate.
¿Dónde carcino
la aurora testigo
del crimen tripticado?
Resbalas hasta el eco
de mis huesos sobre
la ciudadela fría
que (pre)cede al (a)diós.
Mientras...
Reúno férreos peces
para el escape.
domingo, diciembre 04, 2005
De volver a la Nada
Es casi seguro que me quede sin trabajo el semestre que viene. No porque no haya trabajo, si no porque tendría que pagar para trabajar. Magnífica ironía dice el ciego bibliotecario. Claro que dejar de trabajar no es cavar mi tumba, eso que lo hagan los que por alguna razón se preocupan por el futuro. Es volver a ella.
Aunque lo he aceptado desde hace algún tiempo, no deja de joderme la vida. Aceptar que he perdido mi tiempo y (¿porqué no decirlo?) mi talento en esa cosa abzurda que llaman Literatura. ¿Qué me deja hoy?
Si hubiera continuado en el Navy me faltarían sólo dos años para retirarme. Tendría seguramente dos divorcios y no más de dos hijos que me odiarían. PO1 ó CPO, mi vida se reduciría a leer libros de fantasía y (sin saberlo, pero sospechándolo) perpetuar el mito repetido de la furia aquilea 18 horas al día.
Si hubiera continuado con las ciencias tendría una colección de cadáveres impresionante, incluyendo un divorcio y, a lo sumo, un hijo que, no debe sorprenderlos, me odiaría. Pasaría 18 horas al día en un laboratorio buscando cualquier excusa para no regresar a un apartamento vacío, con la excepción de cientos de libros de Cábala a medio leer, amontonados en las esquinas junto a igual o mayor cantidad de botellas vacías de todos los tamaños y colores.
Desconozco cuándo decidí seguir al corazón. Sólo sé que paso 18 horas al día bailando con la Nada, esperando un hijo que llegará con sus odios en cualquier momento. Sin furia aquilea. Sin botellas vacías de colores. Sin ganas.
lunes, noviembre 28, 2005
De nadas
Media hora de intento. Nada.
Me empeño con fervor pentecostalero a encontrar cualquier cosa. El delete y el backspace andan en overtime. ¿O es que sola mente puedo contar mis historias con deletes y backspaces?
Otra media hora se ha burlado de mi empeño.
Vuelvo a mi nada total mente mía. Es por lo menos un gesto que sé, me enseña el truco de medir la eternidad con tres medias horas y una nada obsesionada mente repetida. ¿Alguien podría decirme cuándo empieza el culto?
lunes, noviembre 21, 2005
Sin comadrona
“Mi profesión
mi hermano, es
esta cuestión.”
Tego Calderón
Hay quien llame a estos
intentos profesión.
No habré de caer en
tan honesta tentación.
Una rima falsa
de vez en cuando
no vuelve Poeta,
ni inversión fortuna
cuando en vez de
tinta se escribe en arena.
(¿Y qué de esas palabras
intrépidas que nos asaltan
indefinidamente por todas partes?
¿Quién las condenó al diccionario?
¿Vendrá el alfabeticida
a librarlas de su ordenado
letrargo lógico?)
Disculpen el desvío.
Si alguien pregunta,
sobre este trozo
de tinta en la arena
diré con holgura
la confusión rutinaria
trazará indiscretas
formas febriles en
lienzos bordados
por el Silencio.
(¿Y qué de ese fuego
obseso que luego
no retorna al juego
inconcluso…?)
Ruego
disculpas de nuevo.
Tal vez exista duda
qué profesaría esta
sombra ensimismada
si no cargara mi esquela:
eterna avenida,
el pasto más alto,
quizás algunos pasos
de certero desafino.
Casi aseguro, me
esperaría la misma
cama de piedra
labrada al filo
de mi silueta.
(¡Gaje siniestro!)
Disculpen,
debo volver
al Olvido.
viernes, noviembre 18, 2005
Feto
1) Título. (OK)
2) Pasarle una lija a las primeras 2 estrofas. (OK)
3) Una capita de barniz a las próximas 2. (OK)
4) Meterle serrucho a las 2 siguientes (mejor con sierra eléctrica). (¿OK?)
5) Ir a la botica a ver si consigo un final decente, aunque sea usado. (¿OK?)
A ver a quién sale esta creatura.
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Determinaciones
“Mi profesión
mi hermano, es
esta cuestión.”
Tego Calderón
Hay quien llame a estos
intentos profesión.
No habré de caer en
tan honesta tentación.
Una rima falsa
de vez en cuando no
torna a nadie en Poeta,
ni una inversión oportuna
cuando en vez de
tinta se escribe en arena.
(¿Y qué de esas palabras
intrépidas que nos asaltan
indefinidamente por todas partes?
¿Quién las condenó al diccionario?
¿Vendrá el alfabeticida
a librarlas de su ordenado
letrargo lógico?)
Disculpen el desvío.
Por lo menos sé
decir con holgura,
si alguien pregunta
sobre este trozo
de tinta en la arena:
- “la confusión rutinaria
trazará indiscretas
formas febriles en
lienzos bordados
por el Silencio.”
(¿Y qué de ese fuego
obseso que luego
no retorna al juego
inconcluso…?)
Tal vez exista duda
qué profesaría esta
sombra ensimismada
si no cargara mi esquela,
la misma avenida,
el pasto más alto,
quizás algunos pasos
de certero desafino.
Casi aseguro, me
esperaría la misma
cama de piedra
labrada al filo
de mi silueta.
(¡Gaje siniestro!)
Disculpen,
debo volver
al Olvido.
jueves, noviembre 17, 2005
Embrión
1) Título. @
2) Pasarle una lija a las primeras 2 estrofas. a
3) Una capita de barniz a las próximas 2. a
4) Meterle serrucho a las ultimas 2 (mejor con sierra eléctrica). @
5) Ir a la botica a ver si consigo un final decente, aunque sea usado. @
A seguir trabajando.
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Cuestión de oficio / Office Question
“Mi profesión
mi hermano,
es esta cuestión.”
Tego Calderón
Hay quien llame a estos
intentos profesión.
No habré de caer en
tan honesta tentación.
Una rima falsa
de vez en cuando no
torna a nadie en Poeta,
ni una inversión oportuna
cuando en vez de
tinta se escribe en arena.
- ¿Y qué de esas palabras
intrépidas que nos asaltan
indefinidamente por todas partes?
- Algún sabio anónimo
las ha condenado a cumplir
sentencia en diccionarios,
amordazadas, en espera
de algún alfabeticida
que las libre de su
ordenado letrargo lógico.
Disculpen el desvío.
Por lo menos sé
decir con holgura,
si alguien pregunta
sobre este trozo
de tinta en la arena:
“la confusión rutinaria
trazará indiscretas
formas febriles en
lienzos bordados
por el Silencio.”
- ¿Y qué del fuego
obseso que luego
retorna al juego
inconcluso?
Ruego
disculpas de nuevo.
Cigoto
Hace falta:
1) Título.
2) Pasarle una lija a las primeras 2 estrofas.
3) Una capita de barniz a las próximas 2.
4) Meterle serrucho a las ultimas 2 (mejor con sierra eléctrica).
5) Ir a la botica a ver si consigo un final decente, aunque sea usado.
A trabajar.
=============================
Cuestión de oficio / Office Question
“Mi profesión
mi hermano,
es esta cuestión.”
Tego Calderón
Hay quien llame a
estos intentos profesión.
No habré de caer
en tan honesta tentación.
Una rima falsa
de vez en cuando
no convierte a nadie en Poeta,
ni alguna inversión
oportuna cuando en vez
de tinta se escribe en arena.
- ¿Y qué de esas palabras
intrépidas que nos asaltan
indefinidamente por todas partes?
- Algún sabio anónimo
las ha condenado a cumplir
sentencia en diccionarios,
amordazadas, en espera
de algún alfabeticida
que las libre de su
ordenado letrargo lógico.
Disculpen el desvío.
Por lo menos sabré decir
con holgura que, si alguien
pregunta
al Olvido sobre este trozo
de tinta en la arena
la confusión rutinaria
trazará indiscretas
formas febriles en
lienzos bordados
por el Silencio.
¿Y qué del fuego
obseso que luego
retorna al juego
inconcluso?
Ruego
disculpas de nuevo.
sábado, noviembre 12, 2005
Un cuento muy viejo con unas cursilerías enormes
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De todo esto me reía yo estando dentro del primer espejo.
Cuando lo atravesé sentí que mi cuerpo dejaba de pesar. Que mi materia flotaba insostenida en un espacio vacío, pero, a su vez estaba rodeada de algo, no sé, una sensación de plenitud, de libertad total de mi cuerpo y espíritu. Creo que este lugar es donde la Nada es centro de Toda. Y yo estaba allí, sintiendo. . .
Nada de esto imaginé cuando, solo, acostado en aquella cama, en medio del cuarto, habiendo estado acompañado, se apareció aquel duende. Su nombre era D’ya.
Me preguntó porqué estaba afiebrado y no supe qué contestarle. Me dijo ven conmigo, te enseñaré lugares nuevos, y me fui con él atravesando aquél gran espejo de la pared. En el quinto o sexto espejo que cruzamos aprendí que la magia de la vida no se hace, sólo se vive. Eso me enseñó.
Al cruzar el segundo espejo, sentí una brisa de frescura en la cara. Como la brisa del mar. Cuando por fin abrí mis ojos me encontré parado al borde de un acantilado en la única orilla de un mar sin fronteras ni sosiego. Era un mar inmenso, como un oceano.
Podía sentir el viento dando continuamente en mi cuerpo y la humedad del trillón de gotitas caer sobre mí cada vez que alguna ola azotaba contra las rocas la furia milenaria de su inmensidad azul. El viento silbaba y el mar rugía. Y yo, callado, bebiendo lentamente su amplitud no limitada por fronteras ni reglas. Sorprendióme una conversación entre el viento y el mar. ¿Que cómo entendía? No sé. El rugido se me hacía como voz de barítono imponente que recuerda soledades en un mundo abarrotado de mierda. Me sentía yo mismo ilimitado. Como si mi cuerpo hubiera roto todas sus fronteras, rebasado los límites que le imponía el integumento y se extendiese más allá de donde la vista alcanzaba. De repente, me sentí universo donde el mar y el viento se debatían estrellándose sobre la roca de mi corazón. Sólo silbaba y rugía, pero yo, impulsos nerviosos que corren a través de un cuerpo, entendía palabras. Palabras que se extendían hasta los confines de un sentimiento- universo en mí.
Un grupo de delfines pasó delante de la roca y nos invitó a ir con ellos. Un viaje a través de la inmensidad. Acepté, pero D’ya me dijo que aún faltaban algunas cosas que ver. “Nunca te quedes mucho tiempo en un sitio, así no lo llegarás a conocer y cuando regreses, tendrás aún cosas nuevas para descubrir.” Creo que no estuve de acuerdo, pero lo seguí en el camino fuera del espejo. Me iba diciendo que nunca olvidara las profecías que escuché. Profecías milenarias de un mar inmenso y un viento casi omnipresente. Le hice caso, guardé las profecías en mi corazón, como Columnas de Hércules que evitaran su colapso total e irremediable. Le agradecí su consejo mucho después, cuando ya no supe nada más de él y mi razón se desplomó, pero mi corazón salió incólume, gracias a las profecías.
Cuando salí de ese espejo me sentí de repente reducido a mi más ínfima expresión. Guijarro de montaña, insignificante gusano que horada la redondez de la Tierra. ¡Horrile sensación de salir de dónde se es centro de una inmensidad sin límites, cubriéndolo todo con un sentimiento- universo que invade y fluye de tu cuerpo en ínfulas de grandeza! Y yo estaba allí, sintiendo. . .
En el cuarto me dio una tristeza profunda. Profunda como el mar que acababa de dejar atrás en ese espejo permaneciendo en mi corazón. D’ya me explicó que ese era el resultado de haber estado en contacto con ese sentimiento- Universo que lo abarcaba todo, y de momento, salir de él. Sin eso, no hubiera vida. Porque la llevaba en sus mismas entrañas como resultado de la misma gigantezca inmensidad de su presencia. Le pregunté si eso era el amor. No me contestó.
Había perdido toda noción del tiempo. No sabía si era noche o día. Vive al ritmo de tu corazón fue lo que me dijo cuando se lo mencioné. Y es lo que he hecho hasta ahora.
Al intentar cruzar el tercer espejo, sentí como si una ola de pánico y duda me cubriera. No podía comprender lo que me pasaba, pero tampoco quería meterme allá adentro. D’ya me agarró por un brazo y me dijo es necesario que vengas, el otro te ha impactado mucho, y tienes que entrar a éste para que te repongas de esa impresión. Yo seguía resistiéndome, lágrima empezaron a salir por mis ojos. Al ver mi estado, D’ya me dio una sacudida agarrándome por los hombros. Yo entré en un ensimismamiento total. Y lo seguí dócilmente hacia las aterradoras profundidades de ese espejo.
Cuando salí de mi ensimismamiento me encontré a la doble orilla de un desierto y un pueblo. Estaba sobre una duna, no sé si la primera o la última, desde la cual podía apreciar a bastante distancia mi alrededor. Me volví acia el desierto y empezé a caminar hacia él. No podía resistirlo. Como si un imán enorme estuviera atrayéndome. D’ya me detuvo. Me obligó a volverme y seguir para el pueblo. No sabía qué estaba haciendo. ¿Qué estaba pasando a mi alrededor? Dócilmente bajaba aquella colina de arena. Tropecé varias veces. No recuerdo mucho. Excepto un sol hiriente. Hiriente sin calor. Su luz penetraba todo. Hasta mi mente. Por eso me acuerdo.
Cuando llegamos abajo mi duende me paró de frente. Y me dijo no puedo seguir. Tienes que hacerlo solo. Ten cuidado. Y me dio un empujón que me trajo otra vez a mi cuerpo. Miré atrás y no vi a nadie. Empezé a caminar. Podía sentir cómo el ambiente, la atmósfera, el aire cambiaba. Era un aire difícil de respirar. Una atmósfera fría. Un ambiente pesado. Los colores se iban opacando o aclarando. Hasta quedar sólo blanco o negro. Y gris.
Veía todo a través de una mente mareada. Las distorsiones, los vaivenes. Las puertas cerradas y las ventanas abiertas. Colores de soledad, colores míos.
Todo cambió de color. Excepto yo. Me di cuenta de eso cuando cruzaba la avenida principal de ese pueblo fantasma. Sí, era un pueblo fantasma entre fantasmas y yo. Escuchaba voces, pero no veía a nadie. Voces que no distinguía, ni entendía, pero sabía que eran voces humanas porque ¿qué otro sonido en este mundo (¿universo?) suena tan estúpido y estridente? No distinguía una sola palabra, sólo ruido. (¿Qué más es la voz humana en un pueblo fantasma?) lo sentía alrededor mío y sin embargo no veía a nadie. Cansado, me senté en la esquina de un gran edificio que parecía construído para resistir las eternidades de un pueblo fantasma. Porque te diré que allí mismo, sentado en aquella esquina, descubrí que la tragedia de los pueblos fantasmas es que son eternos. Y aunque la arena del desierto los cubra totalmente o un huracán los arranque desde sus cimientos o la furia condensada de un terremoto los trague, jamás desaparecerán. Porque lo que hace al pueblo fantasma no son sus edificios, sino, el dolor de su existencia, de la existencia de miles de dolores juntos, que en un lenguaje que no está en nosotros, se llama pueblo fantasma.
De repente, sentí la pesadez de una mirada sobre mí. Alcé mi cabeza y vi andrajos y entre ellos creo que se movía una figura. Tal vez un hombre (¿quién más viste andrajos?). Le pregunté quién eres y sólo el silbido de una brisa fría me envolvió como respuesta. Dónde estoy y el frío penetró hasta mis huesos. Qué me pasa y el frío y yo pasamos a ser uno. Desperté en una gran plazoleta de piedra sin pulir. Podía palpar la soledad, sin embargo no estaba solo, lo sabía, lo sentía. De repente, por la calle principal pasó un carruaje con dos caballos verdes ayudándole a levantar todo el polvorín acumulado por siglos de ¿existencia? y desuso. Me grabé en la memoria la sensación de sentir el galope de los caballos bien adentro en el pecho y las ruedas rechinar dentro de mi encéfalo aturdido sin oir nada. Una marcha silenciosa. Era la primera vez que escuchaba (o sentía, no sé) el ruido del silencio. Fue lo más estruendoso que he escuchado en mi existencia. ¡Es horrible el tener que soportar el ruido de no oir nada sintiéndolo todo!
Cuando el carruaje hubo pasado y las nubecillas de polvo terminaban de empezar a asentarse dispuestas a pasar otro milenio antes de que alguien las invoque y el ruido silencioso (o el silencio ruidoso, no sé) ya sólo se sentía a distancia, sentí una presencia diferente a las que me rodeaban. Una presencia corpórea a mi lado. Era un anciano vestido con una larga túnica de color claro y un par de líneas gruesas del color de la esmeralda que bajaban desde los hombros. Apoyaba su caminar en un báulo del mismo color.
Le grité, más que preguntarle dónde estoy. No abrió su boca. Empezaba a desesperarme, dónde estoy quién eres qué haces qué me pasa, dónde estoy, quién soy. Cuando la furia de un llanto callado me dominó, pude darme cuenta que no había dejado de contestar mis preguntas. Sus ojos eran más expresivos que cualquier boca que he escuchado. Me dijeron más que lo que desesperaba saber. Y me dio muchas más respuestas que preguntas hice.
Lo seguí, a lo largo de la calle de los sueños, por dónde había pasado el carruaje de la esperanza. Nadie lo ve pasar, es muy doloroso siquiera sentirlo a distancia. Eso lo sé ahora. También sé que pasa cuando la suma de todas las soledades alcanza un nivel máximo de dolor. Por eso duele tanto. Es soledad materializada, dolor condensado.
Llegamos a un lugar que a pesar de estar al aire libre, daba la impresión de estar separado del exterior, como un espejismo. En el centro de este espacio donde ni la luz hiriente de un sol implacable penetraba, sino que se transformaba en dulces rayos de luz que bañaban y le daban un toque de Midas a lo que acariciaban, se encontraba una vieja gitana. Vestida con un traje de años y cubierta por un polvo de siglos. Su mirada penetrante era apoyada por unos ojos fijos, negros. Frente a ella, una bola de cristal encima de una mesa ancestral. También sobre la mesa se encontraba una rosa blanca en un vaso rojo y agua violácea. Era lo único que poseía color propio en ese espacio. Al acariciar la bola de cristal vi cosas que no entendí. Fuentes, rosas, hamacas, molinos y hasta un río. También me vi rodeado de pinos en una playa donde el viento soplaba sin tregua. Iba corriendo, evitando que alguno de sus troncos me aplastara en su caída. Así mismo me vi, buscando una salida donde no la había.
Sentí que alguien me tocó el hombro. Era el anciano. Sabía que nos iríamos, pero quería preguntarle a la gitana qué significaba aquello. ¿No vas a pagar? Y cuando miré donde estaba ella no vi nada. Sólo la rosablanca, que tomé en mis manos, yacía en el suelo. El sol hería inclemente allí, donde antes acariciaba dócilmente. Lo seguí hasta el final del pueblo. Comprendí. Empezé a caminar hacia el desierto. Al rato de estar caminando creí escuchar un sollozo. Miré a todos lados y lo único que veía eran dunas de arena. Comenzé a caminar y el viento me trajo ese sollozo otra vez. Adiviné su dirección y corrí. Subí la duna con cierta dificultad, ya que llevaba el peso de muchos recuerdos en mí. Al llegar a la cima distinguí al fondo una figura humana postrada. Rodé, más que corrí, hacia ella. Al llegar abajo me encontré con un hombre desnudo completamente. Era esbelto, bronceado por un sol inmisericorde, con la inocencia radiándole desde su rostro y con un par de maltratadas alas en su espalda. Estaba llorando. Toqué suavemente su hombro. Se volvió asustado. Vi un terror inocente reflejado en sus ojos.
- ¿Quién eres?
- Un ángel caído.
- ¿Qué te pasa?
- Me caí del Cielo.
- ¿Por qué?
- No sé.
- ¿Lloras por volver?
- Lloro por salir de este yermo lugar.
- Vuela, ángel caído, vuela por sobre éste lugar de fuego, por sobre la calle de los sueños, por sobre el deseo de los hombres. . .
Y el ángel se irguió y batiendo sus alas voló. Voló sobre mí, sobre el desierto, sobre el pueblo, y desapareció en un punto confundido con el sol.
- Él no pertenecía a éste lugar.
Estas palabras me asustaron.
- Yo tampoco pertenezco a este lugar.
Gar, gar, gar. . . me respondió el eco repetido de duna en duna.
- ¿Porqué no vuelas?
Me sobresalté al escuchar esa voz conocida a mis espaldas. Era D’ya sentado en un montículo de arena. Estaba sonriendo. Se levantó y dijo salgamos de aquí.
ªªª
Por eso te digo que no te desesperes. Ya sé que estamos aquí, en este sitio maldito de dios, que cada vez tiembla más. Pero cuando te dije que cruzáramos aquel gran espejo de la sala de tu casa me miraste burlonamente. Y me seguiste sólo por complacerme o por divertirte. Pero ahora tú estás abriendo tus sentidos por nuevas experiencias. Y yo, los estoy cerrando, porque no encuentro a D’ya por ningún lado.
Mientras tanto, te seguiré contando. . .
lunes, noviembre 07, 2005
Milanesa II
en que he logrado desaparecer.
Pero a veces, entre el silencio
que acompaña al Olvido,
se cuelan -indiscretos-
ecos de sirenas que danzan
golosas sobre los nudos del mástil
donde duermo ama(rra)do.
miércoles, noviembre 02, 2005
Catarsis mortuaria
A veces quisiera aferrarme a ese espacio maleable entre segundos. Pero, ¿qué haría colgado de esa eternidad (o cualquier otra for that matter) si el único logro posible sería el Olvido? Volvemos a lo mismo. La única diferencia es el tamaño de mis muertos.
sábado, octubre 29, 2005
A Man
atrevidamente en las esquinas,
sombras que deambulan
tenaces gracias a la inercia.
Hay voces oscuras
diluyendo cada ayer diario,
agujeros con esquinas
acurrucadas, miles de huellas.
Hay pájaros sedentarios
aguardando sin frío
empujones, tornados,
lenguas de almizcle.
Pero esa existencia sagaz
que nunca esquivaremos
es la de una cruz marchita,
su intento de ocultarse
tras el rastro huidizo
del hueco y su sombra.
sábado, octubre 22, 2005
At (the) last Blue Car
Hace tiempo que no trazo
estas sombras chinescas
que siempre conducen al Olvido.
Hace tiempo que estos trozos
no se estremecen al compás
de alguna curva desenmascarada.
Hace tiempo que el destrozo
ingenuo con-vida a
jugar nuestros silencios.
Hace tiempo que retozo
con el Olvido que olvidaste
en curva,
en sombra,
en silencio.
domingo, octubre 16, 2005
Ortopedia íntima
me espantara los huesos,
dejándome hambriento y nostálgico!
(O tal vez la memoria esgrime
un perfume de espejos
al verse en peligro de
tornarse en sombra de piedra)
Eso sí, cuando el Olvido
trague mi destino de silueta,
estará presente, con otra
deidad cabalgando sus siglos.
jueves, octubre 06, 2005
Send Eros
el Silencio con la Sombra
desaparece del Quizás
el absurdo cautivo
que borda mis pasos.
Entonces,
recorro al disimulo
vestal para abonar
más piedras a este
(f/j)uego confuso
mientras dormimos
abra(z/s)ados
lunes, septiembre 26, 2005
Reticencias de la cuerda floja
Joder.
Hace algún tiempo preguntaba ¿y quién lo cura de su locura? Pero sólo hace algún tiempo. Preguntaba. Días hubo en que miraba al camino con hambre, ahora sé que un paquete de galletas baratas en el quisco de la esquina cercará de anemia mi ruta. No creo vuelva a repetirlo.
A veces...
domingo, septiembre 25, 2005
Cuando asesinan el orgullo
Mientras moría hablaba. Hasta en eso sentó cátedra de libertad. Quién lo diría, hasta el nombre de su escondite, Plan Bonito, carga a borbotones gritos, no, el Grito desde el cual sucumbió el Mago. Siempre olvida el invasor, a veces la semilla germina cuando se aplasta.
He dicho.
jueves, septiembre 15, 2005
De(s)ubicaciones
martes, septiembre 13, 2005
Encierro de lo cotidiano
Una cosa sé, éstas cuatro paredes metaforsean la anatomía ancestral de la espera. Dentro de esta provincia se dilucida esmeradamente esas cisternas donde atesoramos nuestros olvidos. Qué más podría añadir, si al volvernos monumentos de piedra todo queda aclarado en la inscripción votiva que sobrellevamos:
“Quién aquí yace
ya no hace.”
domingo, septiembre 11, 2005
Reliquia almidonada
Una noche paseaba por mi jardín, la luz tenue de la Luna acompañaba mis pasos. Pensaba, y vi tu figura apenas rodeada de blancas vestiduras delante de mí, entre los árboles del bosquecillo nocturno. Danzabas entre un rayo de luz, con el crujir de las hojas al ritmo de tus pies y el viento levantando tus vestidos albos sobre tu cuerpo. Extático, contemplé cómo la luz te envolvía y daba vueltas y lentamente su aroma azul cubría tu pelo, negro como la noche a nuestro alrededor. La música del agua crecía lentamente, y se alejaba y volvía, y caías como agotada sobre la grama mojada, abrazándote a la tierra. Primero, tus vestidos se confundieron con el color pardo de la tierra, luego tu cuerpo se hizo uno con la Madre, y desnudándote, volviste a la raíz primera.
Me senté al pie de un arbol centenario. Meditaba bajo la luz de las estrellas, tu voz alcanza mis oídos, suavemente, como un susurro divino. Me dices amor, te necesito, aquí, ahora. Y mi sangre se enciende y me quema y me abrazas y me besas y el olor de la tierra húmeda penetra nuestras pupilas, y la humedad de la grama nos cubre como sábanas en una cama fría. El vapor de nuestras bocas repiten, como eco de neblina, nuestros nombres en un vaho silencioso que nos envuelve lentamente, y mi carne se une a tu carne. . . Mi vida se disipa silenciosamente en la niebla de tus quejidos, mientras un manto de blancura nocturna nos cubre. . .
Me levanto y camino lentamente al compás de los insectos nocturnos, y pienso, tu mano sobre la mía, tu mirada sobre mi mano, y mis ojos sobre los tuyos. Tu voz rehuía mis oídos y mis ojos buscaban una respuesta en tus labios sudorosos. Siento en mis huesos la respuesta que callas. Una lágrima indescriptible roza tus mejillas, y me quema. Sonrío fugazmente, como para endulzar el peso de nuestra despedida. Y cada paso que te aleja de mí retumba en mi corazón, como un eco antiguo, lejano y profundo.
Las estrellas desaparecen lentamente ante la tenue claridad de la última vigilia. A lo lejos un ave inicia un canto de bienvenida. Y escucho, el eco de tu voz me hace sonreir. Te veo en la distancia, indescifrable. Vistes mil colores, y uno sólo. Pronuncias mi nombre con voz de mil sirenas. Te siento lejana, en mi cuerpo, como el roce de mil dedos sobre mi mejilla, y el sabor de mil besos en mi boca. Te quiero a ti sola, y a mil más. Tu aroma me envuelve y te multiplica en recuerdos vagos, al repetir tu nombre de cama en cama, de sueño en sueño. La casa iluminada me recibe. Los rayos matutinos acarician una puerta que lentamente se cierra. Las aves cantan, y yo sonrío. . .
jueves, septiembre 08, 2005
Comparsa del momento
Me han dicho alguna vez (si alguna vez lo fuera) que los abrazos constituyen una forma sutil de envejecer. ¿Será por eso la obstinada abstinencia piterpaniana? Me iré a dormir, o a esperar al invierno, que viene a ser lo mismo cuando se abrazan indiscretamente los años y el recuerdo.
miércoles, septiembre 07, 2005
En la cumbre de una interconexión
La busco en la distancia histriónica
de unos trazos enmohecidos.
Se escurre -silente- por la alevosía
tenaz de dormir de lado.
La han visto des- nudar aperturas
con la fragilidad irresoluta de un beso.
Si la ves, recurre al instante
vestido de negro y avisa
por el medio de aquello que
una vez me tuvo perdido.
lunes, septiembre 05, 2005
Al borde del desfile
Esta semana discutiremos en clase dos temas que están mórbidamente relacionados. Ambos gravitan sobre la identidad del ser. Uno de ellos trata sobre lo que nos caracteriza exclusivamente como humanos y el otro sobre qué somos. He advertido de su dualidad mórbida.
Creo que todo comienza con la conciencia del ser, con el statement Yo soy. No soy Descartes, pero no descarto el "Yo soy el que soy" portentoso con que Yhavé (Elohim, etc) iniciara tantos años de discordia. Hoy respondo Yo soy lo que soy.
No somos otra cosa sino lo que somos. Pero ¿qué somos? En este punto la conciencia del ser se confabula con la imaginación -ese atalaya humano- para desvencijarnos de la (¿única?) posibilidad de respuesta. Aquí precisamente radica toda diferencia entre los dioses y nosotros. ¿Será que los dioses carecen de imaginación? Quizás en este punto encontremos cuál fue en realidad el pecado luciferino. Sin duda declaró Yo tambien soy el/lo que soy.
Otra semana comienza, otro séquito de horas formadas espera la alevosía que nos conforma. Amén, así sea.
sábado, septiembre 03, 2005
Resucitaciones
Ayer di mi primera clase luego de casi cinco años de ausencia. Curiosamente el tema era ¿Qué somos? ¿Qué nos caracteriza como seres humanos? La discusión fluyó con la elegancia tensa que siempre ocurre el primer día. Nada mal. Al concluir mi última sección uno de los estudiantes se me acercó a darme la mano y las gracias por la clase. Para mí fue, aunque él no lo sepa, una bienvenida.
Hay días que retornan a uno en un aura leve. Hoy fue uno de esos.
martes, agosto 30, 2005
Retrogénesis
Sé que debo decir algo que me asemeje al frostin cumpleañero. Lo siento (¿debo sentirlo?). Cualquier curiosidad incontrolada puede desavenenciarse discretamente con unos gestos inalámbricos apropiados al momento. En caso de solvencia emotiva, no dude en quedarse callado. Se le asegura total respeto, al menos cuando no se piense en ello.
He dado el primer paso. He derramado tinta. He (de)vuelto a la edad prima.
lunes, agosto 29, 2005
Preview de la espera
Hoy es uno de esos días.
No importa ese mañana que nunca llega, lo cierto es que sigo acompañado de mi sombra. Aunque a veces, cuando me mira el espejo, conspiro para removerla. Mientras tanto sopla el Tiempo, jugamos (sin éxito) a las escondidas.
domingo, agosto 28, 2005
Contubernio de lo imaginario
¿Qué será lo que permite a la transparencia de todo eso que tememos borrarnos como un borde de sombra incierto? Sé que el enano (a pesar de su blancura) nunca va a mirar las migajas que tira. Sé también que el pájaro (a pesar de su verdura) nunca agradecerá al tirador. Sin embargo, hay un algo genuino entre enano y pájaro, entre piel y plumas, entre migaja y caída, entre sueño y soñador.
No sé si quepa aquí la expresión de esto que he soñado. Como tampoco sé si quepa el sueño de mi expresión, o que sea sólo un sueño sin cabida. Tal vez, no, seguramente no importe nada de esto. Sospecho que al final enano-verde-pájaro en mano-migaja-alba volverán a soñarme en las mil maneras en que puede reencarnar el miedo. Sólo me resta imaginar el resto.
viernes, agosto 26, 2005
La política del regreso
Salí loco de contento cuando aún viajar no era motivo de sospecha criminal. En ese entonces la incertidumbre de lo posible abordaba conmigo, una euforia indómita que me (a)cercaba temblorosamente. Casi lo he olvidado. Tal vez borde en osadía pretender perderme entre vagos trazos y encontrar(me en) el proceso. Tal vez, pero sólo tal vez. El viaje, mientras tanto, continúa.