Agradecí aquel día en que engrandecidos
dijimos adiós a nuestra niñez.
Poco le importó a Dios.
Con un sello de humo sangriento
marcamos el paso acelerado
del deseo, y del mar que amo.
Hoy vienes a mi perdida
en tu pérdida de estrellas,
de soles solitarios,
de Lunas licensiosas en el silencio…
Agradezco aquella noche
en que crezco hasta la locura
que me libera del Olvido.
Y vivo hasta el duelo siguiente, silente…
Ser importado, poco te importa
ya la susodicha gracia del agradecido.
Y en la lumbre silvestre
de un verso a sangre fría,
inmolaré tu nombre hasta
tenerte, empequeñecida, eterna.
jueves, agosto 02, 2007
Vestigio solemne de un lunes cualquiera
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