miércoles, marzo 28, 2007

Tras la rumba

Tembandumba camina lento por la acera, tratando de ignorar los charcos de nieve derretida que amenazan tragarse su bastón de palo de escoba. Llega a la esquina y espera sin esperanza que la silueta iluminada se apiade de su cojera.

Los autos ladran con rabia.

Tembandumba llega a la tiendita del extrajero (como ella, pero del otro lado) que le mira impasible su figura gastada en tantos inviernos.

Un carro pasa muy despacito por la avenida, con más música que ganas de millas.

Tembandumba levanta la mirada y por un momento arde en sus ojos el recuerdo de esa noche, de esas caras y esa calle que tan pronto se reduce tras el residuo cuadrineumático de un eco. Un destello de nostalgia comparten los extranjeros. Pero ya acaba.

El rugido del tráfico se traga el instante.

Tembandumba escoge para el hacha, el fuego, la rumbería extinta. Regresa al cajón gris que la digiere, sube séis pisos, abre. Sobre el dintel Santa Bárbara la recibe. Sin candombe. Sin bámbula.

3 comentarios:

  1. Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido.

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  2. Tarde, muy tarde llego a comentar tu rumba, que no se encuentra la rumba que se olvidó a través de los años. En un instante de palabras, el caminar lento y cojo, me llevas por la calle, entro al negocio, compro lo necesario y junto a Tembandumba entro a su albergue. Gris como el imperio. Triste como la vejez, el ocaso de la vida ingrata que no siempre es el mejor. Tienes razón, te quedo brutal, digno de leer, cada palabra cae en su sitio y cada letra vive junto a quien le toca. Gracias por compartir tu arte.
    Gloria, embriagada de palabras y avida de mas....

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  3. sí, excelente, me ha hecho recordar a Guillén y a Jorge Amado. no te quedás atrás Adal!

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