jueves, abril 05, 2007

Sonrisa tropical


Baja el agua cristalina sobre las piedras ennegrecidas por el musgo estático, ancestral. Siempre moviendo su rauda canción por la tierra verde, tierra madre, tierra hermosa. Siempre adelante, pero sin prisa, de paso contínuo y caricias eternas. El cielo se refleja en su cuerpo, mística unión de alma y sangre, éxtasis de tierra disuelta en sus aguas y sol calentando sus venas en erótica atmósfera tropical. Humedad, calor... todo se une en frenética orgía de imágenes y sensaciones exóticas y sin control.

Domina el infinito el astro Sol. Sus rayos navegan por un mar de humedad. Impartiendo a su paso un toque de modorra sensual: misticismo tropical. Los dioses se pasean por este paraíso tropical de humedad, calor y sensualidad. Riegan el paraíso con su respiración de líbido tropical, erotofilia divina. Canta un ave entre la vegetación tupida y asfixiante, suena a gozo, a lloro. El lecho tibio de hojas en descomposición invitan al retozo de cuerpos rodando por la leve pendiente, levantando hojas a su paso, imitando el grito guerrero de las aves de colores en frenética danza de calor, luz y tierra.

Una silueta rompe la eterna superficie del agua. Mimada de los pájaros en su canto, abanicada por los árboles y arrullada por la brisa, la diosa taína descubre su cuerpo de bronce a la caricia del agua. Su cuerpo moldeado en barro y achiote, por sus venas corre la miel de centurias y sus ojos son del yagrumo oculto. Con un movimiento de éxtasis cierra sus ojos y se deja sentir, acariciar, cubrir, embargar por la corriente purificadora del agua sobre su cuerpo, entre su piel.

Venerada y codiciada por todos, apareció un día de otoño flotando en una nube marina. Cansada de la fría monotonía de color y sensaciones entumecidas por inviernos eternos, llegó cargada por la brisa del mar. Acercóse suavemente a sus playas y vio tortugas y peces de miles colores dándole la bienvenida, saltando. Posó su diminuto pié sobre la arena caliente y le gustó. Le gustó cuando caminó a través del bosque eterno y sin fin y las aves dándole la bienvenida, cantando. Miró a su alrededor y bebió lo colores infinitos y la luz infinita y el cielo infinito. Y dijo me gusta, mientras a su paso, la naturaleza copulaba enloquecida por el hechizo de su presencia.

Sale lentamente del agua, como queriendo dilatar la sensación del agua acariciando su cuerpo. El astro Sol envía un rayo que la arropa en su luz y la calienta. La brisa se encarga de vestirla con sus galas de diosa taína. Los árboles inmortales le proveen de su estera real. La brisa lentamente la envuelve en sus brazos y la eleva hasta su morada de diosa erótica. Mientras en el horizonte, el monstruo blanco de la civilización devora todo a su paso, envenenando con odio negro el paraíso tropical.

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