No tengo que decirlo. Cada caminata entre tus recuerdos exhausta mis olvidos. Gracias por el café. A quién sea. ¿Ves? Casi comienzo uno de esos entuertos de huevos y gallinas que no me interesan, pero nos fascina. ¿Temeremos a la mordedura del hielo después de tanto tiempo? Supongo que hoy conduces hacia lo que cercenaste. Baja la ceja, no te acuso. Hay que donar el cuello para que exista el verdugo. No te pido nada. Sé que ocupas tu olvido en olvidarnos. Siempre persiste ese saborcito a piel, a sudor, a gemido, a entonces… y luego la primavera.
26 III 07
DC
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