miércoles, enero 10, 2007

Traición de un momento

Unos ojos me miran desde una distancia aguda, a través del humo que envuelve este antro de almas en búsqueda de placer liviano. Devuelvo una tímida sonrisa y tu recuerdo traiciona el momento. Has muerto, murmuro para mis adentros mientras intento cruzar imperceptiblemente ese charco de miradas furtivas. Camina hacia mí abriéndose paso entre los desconocidos con su tamboleo de caderas hambrientas. Disipas el humo que envuelve tu presencia hasta llegar desde esa distancia de olvido. Un hola me sobresalta. Aparto la mirada para reponerme e intercedes mi intento replicante. Siento su sonrisa clavarse en mi espalda, como presagio fugaz de una noche eterna. Miro mis manos y aferro a la palabra como si no hubiera caprichos de un recuerdo inmemoriable. Me vuelvo y le espeto otra sonrisa como preludio de lo posible. Alzo mi copa hasta sus labios húmedos de deseo y musito un gesto de irnos. Una caricia recorre suavemente mi cuerpo sonreído y nos alejamos tomados de la mano.

Te echo a un lado, presto a deshacerte de la misma manera en que aprendimos a hacernos. Una gota de rabia baja mi sien siniestra mientras sus labios diestros recorren cien veces mi cuello. Un beso carcomido en la distancia resuena en mi oreja por la punta de su lengua y su tibio aliento susurra tu nombre. Acerco su cuerpo al mío, intentando alejarte de mí. Siento el roce de tus pechos y su mano explora el inicio de mis nalgas. Me empujas sorpresivamente y caigo de espaldas sobre el colchón alquilado. Mi sexo apunta a su sonrisa que se acerca certera hasta él y lo engulle.

Subes y bajas rítmicamente e intento detenerla agarrando con fuerza tu pelo. Entrelazo mis dedos y la domino, la domo, la arrastro hasta donde quiero sentir tu lengua dejar un tibio rastro. Sus ojos me miran lascivamente mientras intentas tragarme con sus labios encarnados. Retiras mi prepucio, y en un acto conciliatorio deja escapar un hilo contínuo de saliva que cae primero sobre, y luego se desborda por el largo de mi falo y sigues y sigue escupiendo hasta rebasar la geografía testicular y vertirse, tímidamente, en la raja recóndita de mi cuerpo. Me sonríes desde el hilo de saliva que cuelga de sus comisuras. Le sujeto los hombros y te empujo contra el colchón. Me pregunto secretamente cuántas personas habrán clavado sus recuerdos en él.

Pongo un pie a cada lado de su cuerpo tumbado. Un manto de saliva tibia, espesa, cubre brillante el falo erecto y te ríes burlonamente. Me acluclillo sobre sus senos puntiagudos y te agarro bruscamente del pelo y la traigo hasta mí. Toma te ordeno mientras golpeo sin pena y con pene su cara. Me miras a los ojos y lo agarra en un mordisco ligero que me estremece hasta el tuétano de mis entrañas. Acuclillado sobre tus senos, rodea mis nalgas con sus manos afiladas y me empujas apremiante hacia el fondo de su garganta, tragándome todo.

El acto destella frente a mis ojos como una imagen fija a tu cuerpo. Centellean sensaciones afloradas en la penumbra de un cuartucho alquilado para el desgaste de nuestra lujuria. Nuestra, la que ya no está, la que tal vez en otro cuartucho alquilado sucumbió al derrumbe también. Tu cuerpo, que recuerdo tragándome, el mío, que traga tu recuerdo.

Me desmonto de sus senos puntiagudos y me echo de espaldas sobre las pupilas sangrientas de la fe en mí mismo. Te agarro la mano y ríe, tal como reías bajo el roce de mis labios. Ven, murmuro al muro que me separa de tí y monta su cuerpo sobre el mío, como amazona en celo. Siento su humedad pulsar sobre mi deseo, bajando rítmicamente a cada latido de tu sexo. Explotas en un grito tibio que la desborda hasta bajar por mi piel erizada. Y me erizas en un sol que eclipsa toda visión que me viene de adentro hasta brotar en gemidos de ansias de llenarte toda, con cada gota, con cada espasmo, con cada suspiro que me aprieta el alma.

Descansa su cabeza sobre mi pecho moribundo, y tus dedos recorren sin dirección mis labios sudorosos. Me mira a los ojos…, y veo en ellos que me sonríes desde un recuerdo marchito.

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