miércoles, enero 31, 2007

Sueño

Me detengo por un instante a tomar un poco de aire, y observo fijamente la gota de sudor que baja lentamente por tu cuello, pecho, vientre y caderas, hasta fundirse con la sábana ya húmeda de incontables gotas de sudor que, antes que ella, resbalaran por nuestros cuerpos. Un impulso súbito me hace recorrer lentamente el camino seguido y trazado en tu cuerpo por esa gota, néctar salado, inversamente. Comienzo en tus caderas, mis labios buscando frenéticos el camino de sal, tu camino. Beso la redondez de tus nalgas y bebo, sorbo, lamo, otra gota que lentamente recorre el camino trazado por muchas más, como aderezo al manjar ofrecido en tu bandeja de carne, en plato de pasión. Miras, y el reflejo de tus suspiros bailan cadenciosos bajo la luz tenue de una vela en el infinito de espejos que multiplican nuestras miradas, nuestros roces, nuestro ardor. Subo por tu cuerpo, como sube en ofrenda de olor grato tu aroma de rosa en noche sin luna, mi lengua trazando surcos concéntricos de saliva alrededor de tu ombligo, seno, pezón. Tus manos buscan desesperadamente asirte a mi espalda, desgarrar mi piel, unirte a mi carne, bañarte con mi sangre. Busco (y buscas), en tu cuello el alivio al peso ligero que siento bajo mi vientre. Te sumerges en mi pecho, tu lengua como sierpe ansiosa revuelve mi piel, desordena mis poros y desciende lentamente a mi infierno, avivando con cada beso las brasas que me atormentan, aumentando mi calor, mi lloro y mi crujir de dientes. Un frío me envuelve, me abraza, crece desde el centro de mi nada y me pierdo flotando en tus labios por sobre un abismo. Y tu saliva dulce se mezcla con la sal de mi cuerpo que lentamente fluye, gota a gota, hasta tu cuerpo, uniéndonos.

La llama tenue de la vela titubea casi imperceptiblemente, y como piedra lanzada al lago de los espejos nuestras imágenes se rompen y se unen, bailando una danza frenética, como de muerte. Tus ojos exhalan una mirada de miedo, de deseo. Tu pelo nace, como la noche, negro y húmedo de mi pecho. Nuestros cuerpos pulsan al compás de nuestros corazones, al unísono, mientras se funden lentamente, tu carne y mi carne, como un solo quejido, un solo suspiro.

Navegamos en un mar de lujuria y placer. A veces en calma, a veces en tormenta, pero siempre a la deriva, tras ese horizonte siempre lejano que nos llama y nos hala como un imán poderoso. Cabalgas sobre mi cuerpo, domando ese desenfreno que crece en medio de nuestros cuerpos, nuestro cuerpo, incontenible. De repente, las sombras danzantes se desvanecen en una explosión de luz que nace de las entrañas y se multiplica y se derama sin control en una loca carrera sin final donde todo da vueltas y el tiempo se detiene, fluyendo lentamente, gota a gota. Y la vida vuelve a correr en nuestras venas.

Me volteo soñoliento hacia la pared, tratando de conservar en un suspiro tu imagen que lentamente se desvanece en la bruma amartelada de tu recuerdo. Y empapo de sudor cristalino las sábanas llenas de sueños, por tí.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario